Los metadatos en el sector editorial mexicano. El reto para la visualización de la producción editorial



01 julio, 2021   |  Autor: Red Altexto  |  Boletín de la red

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Edgar García Valencia – Universidad Veracruzana

En los últimos años se han incorporado fundamentales neologismos a la labor editorial. No sólo son palabras, son procesos que, con la conversión digital de nuestro trabajo y nuestros productos, los vamos incorporando a nuestros flujos de producción. Una de ellas es el metadato. El término, si bien no es nuevo, ha ido acomodándose en nuestro gremio y lo hemos utilizado bajo otros nombres. Lo que muchos editores ponemos en la ficha catalográfica en la página legal son lo que ahora conocemos como metadatos: informan cuestiones de la obra ya sea física –medidas, tipo de papel, contenido de ilustraciones o fotografías–, clasificatorias –clave Dewey, categorías Thema o BISAC– o administrativas –ISBN, coeditores, etcétera–. Podemos darnos cuenta de que esto lo ha utilizado la edición desde tiempos inmemoriales, principalmente por los usuarios de esos productos: libreros, bibliotecarios y hasta lectores. Los editores, que siempre llegamos tarde a todo, históricamente, hemos llevado los más variados sistemas de clasificación para nuestros catálogos: algunos se basan en el ISBN, otros en cifras que les da algún sistema informático; otros, lo he visto, manejan el inventario no con el nombre del autor, sino sólo con el título de la obra. La confusión que esto puede generar para los usuarios de la información que manejan no sólo el catálogo de ese editor, sino de cientos, puede alcanzar confusiones monumentales. Un título que se llame Antología, sin más metadatos –autor, año, compilador, tema– se volverá tan confuso como ilegible. 

Es por eso que la normalización es la clave para la organización de nuestros catálogos. Como, insisto, esta clasificación la proponen los usuarios tenemos desde hace más de dos décadas las propuestas que usamos para la industria del libro: el sistema Onix propuesto principalmente por la organización EDItEUR en 1999; o para bibliotecarios, como el sistema Dublin-Core, iniciado en 1995. Ambas son estructuras esquemáticas que se han vinculado con múcho éxito para recuperar la información que almacenan los diversos catálogos en internet gracias al lenguaje en que se encuentran: “XML”.

En México hemos tenido varias iniciativas para que, desde la industria editorial, se difunda de mejor manera la producción de las editoriales, una gran incógnita es por qué todas esas iniciativas han tenido tan poco éxito en nuestro país, cuando han sido utilizadas con gran provecho en otros. Uno de los primeros fue el SINLI, que promovió la Cámara Nacional de la Industria Editorial, pero que tuvo una recepción muy tímida por parte del gremio en el país. Mientras en España ha sido una pieza fundamental para mantener actualizada y vinculada la información de editores con libreros, en México terminó por enterrarse a mediados de la década que terminó. Son pocas las compañías que se aventuran en estas lides. Poco provecho se le ha sacado a las conversiones de salida que generan los catálogos de Libros México, un proyecto del Estado al que se le invirtió mucho, pero fue prácticamente abandonado al inicio del 2018, devorado por diversos cruces políticos, desencuentros y deudas de las instancias federales del libro a los editores. Poco empuje en el país ha tenido Onixsuite, sin duda una de las pioneras en ofrecer servicios de gestión de metadatos, pero con poca capacidad de diálogo. La que se logró implantar como bandera de la CANIEM, sin duda por el empuje que suponía el respaldo de una institución tan prestigiosa como la organización de la Feria del Libro de Fráncfort, fue una compañía hermana menor de esta última: Metabooks, un proyecto ambicioso que en Alemania ha sido un éxito, en Brasil ha podido también despegar de manera generosa, pero de nuevo en México nos econtramos con arenas movedizas. Desde su lanzamiento oficial en 2019 ha encontrado poco más de una veintena de editores. Hay otros actores en el mercado, sin duda, y, seguro por el servicio y la cercanía geográfica la Red Altexto decidió trabajar con Hipertexto con su plataforma SIME, con la cual se maneja el catálogo general de la red y se vincula al Catálogo de Eulac y comienza a vincularse al de otras ferias del libro: el Salón del Libro de Medellín y la FILU-UV. Pero no perdamos de vista lo medular –nunca mejor dicho–. Tenemos desde hace 20 años un estándar, ya sea Onix o Dublin Core, soportados en un lenguaje XML. Esto debería ser una base de intercambio entre editores y libreros, una herramienta de los editores para sus plataformas digitales. Lo de menos debería ser el provedor de servicios para gestionar nuestros metadatos, así como no nos importa qué servidor de correo electrónico usamos, lo importante es que esos mensajes generan un intercambio independientemente de dónde se abran o de dónde se originen. Hacia allá tiene que ir la tecnología. Absurdo sería un mundo en donde los correos de Gmail sólo se visualizaran en Gmail, o que los de Outlook no se abrieran en Yahoo. Eso tiene que pasar con los metadatos para un mejor intercambio de información para los libros y sus usuarios. Todas las bases están ya puestas desde hace años. 



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